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martes, 9 de noviembre de 2010

«Los Cántaros Potrosos"

Hace mucho tiempo en una tierra lejana, sucedía con aquélla patria involucrarse en batallas y triunfaba. Pero llegó el tiempo en que ése país fue vencido y vino el rival a invadir su territorio. El pueblo fue destrozado por haber perdido la libertad que antes poseía. Al pueblo se le había desfallecido la esperanza, materiales y valores.

En aquél pueblo habitaba un alfarero llamado Amancio, ya señor, que solía crear cántaros de distintos tamaños y diseños. Los que habitaban en el pueblo no veían provecho alguno, pues no les ayudaba en sus crisis.


Vino Dios en el sueño del alfarero diciéndole: «Harás un cántaro de cuarenta litros para cada familia. Por fuera de él, pintarás un diseño que represente lo que escasea en sus hogares. Yo le proveeré vino fino al cántaro y lo reposarán debajo de sus mesas. Mientras tomen una copa por día; abundará lo que necesiten.»


Al día siguiente hizo lo que Dios le había dicho. Fue de casa a casa para a averiguar lo que cada familia necesitaba. Algunos tenían miedo de salir a las calles. Miraba que muchos estaban desalentados, otros habían dejado de ser unánimes entre la familia. Hasta vio que a unos se les murió un bebé y ya no había felicidad. Con la lista hecha, regresó a su casa para comenzar a moldear.


A un cántaro dibujó montañas que simbolizaba la valentía, de no dejarse ser vencido por algo gigante. En otro pintó el mar, que significaba la fuerza que posee sus olas. En unos de ellos, pintó dos guacamayas apoyándose figurando la lealtad. Para los que estaban en necesidad de ánimo, pintó palomas volando hacia el cielo. Para los que estaban desunidos, pintó el sol y la luna bajo el mismo cielo; implicando que era difícil tener ambos esferas al mismo tiempo mas no imposible. Y para los que estaban en luto, pintó las nubes con rayos del sol saliendo de ellas, diciendo que había esperanza para aquellos que habían fallecido.


El alfarero duró tres meses para hacer los cántaros. Durante ese tiempo iba a cada hogar para hablarles a las familias de lo que Dios le había compartido. «Si queréis ser libertados de la mano de nuestro enemigo, vendré a traeros vuestros cántaros.» Algunos de las familias creyeron y lamentablemente algunos no, sin embargo con tal de embriagarse determinaron aceptar. Uno por uno se les fue dado el cántaro en sus hogares. Algunos obedecieron, hicieron tal cómo el alfarero especificó. Y los que no, cada día estaban embriagados y malgastaban el vino fino.


Dios le proveyó materiales, comida a los que hacían lo correcto. Y a los que no, ellos se quedaron aún en necesidad y empeoraron. Dios de nuevo vino al alfarero y le dijo: «Amancio, escucha bien. Cuando todo el pueblo termine de tomar el vino fino, todos recuperarán lo que se había perdido. Los cántaros ya no serán útiles, sólo quedarán como símbolo de lo que Yo he hecho. Y el pueblo se levantará contra los invasores y los vencerán.»


A los días siguientes la gente recuperó su fuerza, valentía, ánimo, felicidad, lealtad y la esperanza. Entonces salió todo el pueblo a pelear contra los enemigos. Vencieron muchos y pocos no, pues estaban demasiados borrachos para defenderse y murieron.

Dios les ayudó con su mano para vencer y para recuperar la libertad de ellos. Desde entonces, todos le dieron gracias a Dios por haber usado el talento del alfarero que todos habían pensado que era inútil.


Dios se manifestó en algo simple para revelar algo grande.


Escrito por: Ramiro Zamora Jr.


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