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jueves, 3 de marzo de 2011

Corazón Quebrantado Pero El Más Amado

Cuentan los que vieron a una mujer no de buena apariencia que no tenía a alguien quien le amara. Pero aunque ella no era bonita en lo exterior, lo era en corazón. Ella era joven también y aún no encontraba a su amado. 
De a pesar de su apariencia, ella tenía algo que los demás no. Cocinar comida sabrosa, cuidar de los otros, servir a su prójimo, sanar heridas; en simple palabras, ella tenía un corazón dispuesto. El colmo era que ella no encontraba a alguien quien entregarle éste amor. Todo el que cruzaba en su camino no la quería, la rechazaban por la misma razón que no era bonita. 
Entonces una noche fue a caminar para reflexionar y averiguar el porqué nadie le amaba. Se arrimó al río y vio su reflejo y se volteó para no ver más. Vio al cielo y notó la luna hermosamente iluminada por su resplandor. Fue entonces que tomó el resplandor de la luna para brillar con tal hermosura. 
Al día siguiente todos le comentaban a la mujer que se veía tan hermosa pero que aún le faltaba un detalle; el vestirse tan bonita como las demás mujeres. Sin pensarlo más, fue a unos rosales y les arrancó las rosas amarillas y se coció un vestido no solamente bonito, sino de fragante agradable atrayendo a las mariposas. 
Tal como antes, el pueblo le decía cumplidos acerca de ella. Pero que le carecía otra cosa más, su cabello, como no era igual de lacio y suave como las otras. Vio que tenían razón, se fue con el propósito de mejorarse. Fue al río y metió sus manos y remojó su cabello con ella. Remojándoselo, su cabello fue haciéndose tan fluyente como la corriente del río y tan suave como las ondas de él; hasta hacía un ruido tranquilamente como el río durante una noche de calma.  
El siguiente día de nuevo todo el pueblo le decía que ahora era más hermosa y que se daría una oportunidad de encontrar a un hombre. «¡Ah! pero eso sí,» la gente dijo «te falta una cosa más.» Y ella, dispuesta deseaba saber qué más le faltaba. Vieron en su corazón tierno e inocente y luego dijeron éstas palabras: «Tú  necesita  experimentar cosas nuevas. Para saber quién amar, anda y comprueba con alguien a quien no conoces.»
Tomando el consejo, se entregó a un varón del pueblo y he ahí su alma fue manchada. Cada quien del pueblo luego se burló de ella porque bien sabían que caería en su juego. 
Corrió a su hogar para esconder su vergüenza de todos. Ella no entendió porque esto pasó si ella era tan hermosa e igual a las demás. Se vio en el espejo y se vio igual de bonita, tal como se había transformado. Pero no hubo paz en ella misma, tenía en sí misma un remordimiento de equivocación, de culpabilidad y suciedad. Salió para buscar cosas en la naturaleza para borrar esa mancha que reposaba en la faz de su alma. Buscó desde lo mero bajo, debajo de las piedras pero no. Luego buscó hasta lo mero alto, los montes y árboles pero tampoco halló. Aceptó que ella tenía que vivir con este delito para siempre sin remedio. 
Días después vino un viajero montado en caballo. Era bien guapo y se le reflejaba vida y el amor. Al momento que entró al pueblo todos quedaron quietos y todo ojo fijó a él. En eso el viajero fijó sus ojos en la mujer vestida en rosas, tan brillante como la luna y cabello más lacio que el río mismo. Ella también fijó los ojos a él y se quedó callada. Lentamente caminaba hacia ella y sin palabras; mientras todos no sabían qué esperar. 
Se paró en frente de ella y le dijo: «Yo decido amarte, tal como eres.» Levantó su mano y le acarició su cabello; y con eso se le volvió a su estado que antes era. Olfateó las rosas en que estaba vestida y brotaron más que antes y luego desvanecieron. Se quedó brillantemente desnuda la mujer pero sin pena. Después tomó su otra mano y la pasó suavemente por su mandíbula hasta la barbilla y se le quitó lo brillante.  
Ahora sí, estaba tal como antes, mas aún le faltaba un detalle. Reposó la palma de su mano en su pecho y hubo una luz pequeña borrándole lo quebrantado. Tomó su capa el caballero y la tapó. Cuando se había destapado todo el pueblo se dio cuenta quién era...¡el rey del país! 
Por último la abrazó y la subió a su caballo. «¡Abrid camino!» mandó él. E hicieron tal como dijo y ambos se fueron para su aventura. 
Y como dice el dicho: Y aquí se rompió la taza y cada quien para su casa. 
FIN

«Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó.» 
Romanos 8:37