¡Bienvenidos A Todos!

Quiero daros la bienvenida a mi blog y también agradeceros por visitar, en verdad lo digo. Por favor tomad vuestro tiempo para leerlo. Me gustaría si tomarais tiempo para dejar un comentario, cumplido, etc. Disfrutad el blog, mi deseo para todos es que conozcan de Dios y se acerquen más a Él. Si deseáis contactarme, hacedlo con todo gusto...
Dios os bendiga amigos. :D

sábado, 30 de octubre de 2010

"El Rompecabezas Incompleto"

Aconteció una vez en la tierra estaban reunidas algunas virtudes. Y a larga distancia ellas veían todos los sentimientos. Las virtudes notaban que faltaba algo porque había un gran desorden en aquel extremo de la tierra. Sabiduría entonces sugirió: «Si nos uniéremos con los sentimientos, podríamos descubrir qué es lo que carece. ¡Vamos! ¡Encontrad a vuestra pareja!» Y así pasó, las virtudes cruzaron al otro lado en donde convivían los sentimientos.


Compañerismo caminaba por una feria y vio que Soledad montaba los caballos del carrusel tristemente. Se acercó a ella y le preguntó: «¿Por qué estás sola?»«Porque tengo nada que ofrecer y es mejor estar sola en vez de no proveer.» Compañerismo preguntó si pudiese acompañarla, ella dijo que sí. Soledad ya no se sentía sola como antes, de ahí ambos establecieron una relación y se hicieron en Amistad.


Perseverancia fue a un huerto que estaba muriendo por falta de lluvia. He ahí, se encontró con Afligido. Él estaba preocupado porque moría su jardinería. «Espera, ten paciencia. Ya verás que Dios enviará lluvia para que reverdezca.» ella le dijo. Perseverancia esperó ahí con Afligido hasta que lloviese y así pasó; después de cien años llovió constantemente que creció el huerto a una selva. Afligido le dio gracias a Perseverancia por haber esperado con él; y de ahí resultó Triunfo.


Bondad se paseaba por las praderas que brotaban con diferente tipo de flores. Vio que Odio las arrancaba y las pisoteaba amargadamente. «¿Por qué haces tal cosa?» le preguntó. «Porque yo no soy igual de hermoso que éstas flores.» él respondió aventándole las flores a la cara a Bondad. Mas ella no le pagaba con la misma moneda, ella seguía igual de amable con Odio. Y Odio continuaba con sus maltratos a Bondad. «Tal vez pienses que no eres exteriormente hermoso, pero tu corazón sí lo es.» ella le dijo. Sorprendido él estaba, que hasta dejó de ser grosero. Bondad se acercó a Odio y le besó y vino Amor.


Abnegación decidió buscar en las nubes para hablase con Soberbia y vaya que le costó trabajo trepar las montañas para llegar a ella. «¿Qué haces acá arriba? ¿Que no ves que yo soy la única que debiese ser la más enaltecida?» reclamó Soberbia. «Vengo a conocerte, me pareces interesante. Anda, platiquemos.» dijo Abnegación. Ella le dijo que era mejor que los demás porque nadie más sabía subir a las nubes tan fácil como ella. «Cuando haya un viento fuerte y veloz, cierra tus ojos y salta con todo tu ser. Así es como llegas a las nubes.» decía jactándose. «Es cierto. Por eso tú eres mejor, porque sabes algo que los demás no.» Abnegación le dijo. Soberbia jamás había oído que alguien más le dijese tal cosa y mucho menos que estuviese interesada en ella. Ella deseaba ser como Abnegación y le dijo cómo. Después ambos descendieron con los demás para compartir el secreto y había Humildad.


Moralidad veía que algunos vicios salían satisfechos de una cueva. Los vicios cuchicheaban el nombre de Deshonra; entonces ella entró pretendiendo a alcanzarla. Moralidad se enfrentó con Deshonra desnuda y vio que no solamente despreciaba la vida, sino ella misma no se valoraba. Tenía cicatrices y moretones por todo su cuerpo y alma. «¿Por qué tienes tantas heridas?» ella le preguntó. «Porque yo soy la dueña de mí misma y nadie más. ¡Además puedo hacer lo que sea!» ella gritó. Moralidad le mostró que había cosas mejores, le enseñó que su cuerpo era un tesoro que debiese cuidar. Le contó que su quebrantamiento tenía restauración, ella podía ser rejuvenecida. Tantas palabras bonitas que Deshonra oyó que abrazó a su nueva amiga verdadera. Ella se convirtió en Dignidad, teniendo respeto y mérito para ella misma y para los demás.


Así fue el trabajo para las virtudes, a unirse con los sentimientos para que hubiesen más virtudes. Y así las virtudes corregían a los vicios. Prudencia vino a Maldad y de allí salió Cortesía. Integridad fue con Deshonestidad y le enseñó que siendo sincero puede llegar a ser Noble. Consuelo se sentó junto a una fuente con Perdición y él le dijo que pudiese encontrar el camino recto con examinándose ella misma. Así ella ya no estaría perdida, sino ella sería Fortaleza para otros.


Todas las virtudes entonces se volvieron a reunir en el valle más amplio. Todos se agarraron de las manos haciendo un círculo grandioso y hallaron lo que carecía...


...comienza con la letra «A» y termina con la letra «A». Así es, juntos vivieron en Armonía.


Escrito por: Ramiro Zamora Jr.


«No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.» ~Romanos 12.21 (RVR60)


miércoles, 27 de octubre de 2010

"El Viento Cuidador"


Por las tardes salía una niña llamada Florecita a jugar con su bufanda. Ella brincaba por el prado y se paraba a olfatear las rosas. La parte favorita de Florecita era cuando soplaba fuerte el viento, porque ahí era cuando ella corría con la bufanda agarrándola con su mano como si fuese un papalote.


Una tarde cuando Florecita estaba jugando con su bufanda se tropezó con una piedra, lastimándose el pie y el viento llevándose la bufanda. Florecita iba detrás de ella, mas se alejaba más. Por fin, la bufanda ya no se veía por lo lejos que estaba. Florecita se dirigía a la casa descorazonada y mientras ella caminaba a la casa, le preguntó una voz: «¿Adónde te diriges? ¿No quieres seguir jugando?» Florecita le respondió a la voz: «No puedo porque no tengo mi bufanda.» Ella preguntó de dónde venía tal voz. Y la voz dijo: «Vengo de los confines de la tierra. Me extiendo desde el oeste al este.» Mientras hablaba la voz, Florecita examinaba la naturaleza. Veía que los árboles se mesaban y las flores del prado se inclinaban cada vez que hablaba aquélla voz. «¿Eres el árbol?» preguntó Florecita. «No,» «¿Eres las flores en el campo?» «Tampoco,» «¿Eres el viento?» «Sí, lo soy.»


«¿De dónde vienes viento?» le preguntó Florecita. «Vengo de las cuatro esquinas de la tierra. Nadie me puede ver, mas siempre estoy ahí. Le doy vida a la creación y la creación proclama que existo.» Florecita no comprendía totalmente como funcionaba el viento, mas sí se asombraba de lo que ella oía. Dijo al viento que su bufanda se había perdido y que jamás podría divertirse.


Mas el viento le dijo que no se preocupara, porque ahorita sólo era cosa sin importancia. «Súbete al columpio que cuelga del árbol,» «Pero tengo mi pie lastimado y además no sé como columpiarme.» «Tampoco te preocupes, yo lo haré por ti.» Se subió e hizo eso el viento, volvió a sonreír Florecita. Así fue como Florecita pasaba sus días alegremente con el viento.


Los años se avanzaron y Florecita llegó a ser una joven. Ella fue distraída con otras cosas de la vida. Ya no se columpiaba, sino salía con amistades equivocadas. Al fin, ella acababa con golpes de su novio. Pero aún así, Florecita continuaba con la vida. Y pasaron más los años y se casó. Fea se convirtió la vida para ella, era lastimada, menospreciada por aquél hombre. Florecita no encontraba como salir de su dolor.


Se iban los años y murió el marido cruel, dejando a Florecita ya anciana y sola, bueno, eso pensaba ella. Dentro de esos años, Florecita terminó con un pie irrecuperable por los daños que el marido le hizo. Se arrimó a la ventana y vio como aún siendo otoño era el día bonito y se dio cuenta que se columpiaba el columpio viejo. Se sentó en el columpio y comenzó a columpiarse lentamente y vino aquélla voz: «Ha sido mucho tiempo Florecita.» «Sí.» ella respondió. Florecita se desahogó, contándole que cómo le había tratado la vida y que estaba arrepentida por haber olvidado al viento. Luego dijo el viento: «Pero yo no. Siempre he estado contigo.»


Ambos se llevaron todo el día platicando acerca de como el invierno se acercaba. En eso Florecita dijo temblando: «Está comenzando a hacer frío.» Vino un viento leve por detrás de ella y reposó algo suave y cálido en sus hombros. Se fijó y notó que era su bufanda que había perdido hace muchos años.


Y dijo el viento: «¡Ah! y siempre cuido de ti.»


Escrito por: Ramiro Zamora Gasca Jr.




jueves, 14 de octubre de 2010

"El Apra y La Voz Que Llegó"

Érase una vez un palacio donde no había tanto sol e igualdad por la falta de la amabilidad. Y los reyes no sabían qué hacer con tanta gente cuyos corazones no tenían cariño. La gente peleaba por cualquier cosa, se robaban entre sí, los separaba la envidia, amistades eran derrumbadas por causa del rencor. Entonces Dios les escondió el sol para que se les congelase más sus corazones.


Una mañana, la princesa decidió salir a su balcón y miraba cómo el desprecio les dominaba la vida. Esto hizo bien triste a la princesa, quien siempre estaba vestida con una estola y sobre ella una palla que era el color del cielo. Se sentó la princesa y tomó su arpa y comenzó a tocarlo y a canturrear suavemente con su hermosa voz. Al oír el arpa y su voz, se derretía la animosidad de los corazones de la gente. Sonreía la gente, ya no era amargada, sino la gente fue llenada de amor, tranquilidad y gozo. Hasta las flores que colgaban del balcón comenzaban a brotar porque Dios había abierto los cielos para que hubiese luz nuevamente.


La paz nada más duraba unos días y volvía la gente a su estado agrio. Agrio como las uvas inmaduras, sin sabor, sin dulzura. La princesa oía como su gente se rivalizaba entre los unos y los otros. Dios nuevamente cubrió el cielo de nubes negras, mas no llovía. De nuevo salió la princesa bella para tocar su arpa y a canturrear para la gente. Cantaba palabras de la ternura que retenía el compañerismo y la amistad. Nuevamente la gente se conmovía a no ser adversaria con los unos y los otros.


Llegó un día en donde la princesa se enfermó gravemente, que ni podía tocar su arpa ni a canturrear para su gente. Mientras a ella se le agotaba la vida, el pueblo seguía en sus disgustos y desconsuelo. Tristemente, el corazón de la princesa dejó de palpitar y su espíritu partió del mundo. Salió el rey al balcón y con lágrimas exclamó: «¿¡Después de todo lo que mi hija os ha compartido y enseñado, aún os comportáis de ésta manera!?» Se fijó el pueblo en el semblante luctuoso del rey, en seguida él les anunció que su única hija había fallecido. Cayó un quebrantamiento sobre el pueblo por la bella princesa y su hermoso canturrear.


Marcharon los días y lo único que quedó de su parte era el arpa que reposaba en el balcón en donde ella lo tocaba. Todos fijaron la vista al balcón y recordaron aquélla princesa y aunque ella no estaba presente, he ahí, resonaba el arpa y su voz en el corazón de la gente.La gente meditaba en las palabras que decía la canción que ella cantaba, comenzaron a ver que las palabras tenía valor y una enseñanza. Poco a poco la gente modificaba su forma de ser.¡Ya no se peleaban entre sí! Vino la igualdad, la comprensión, el amor, la amistad a sus corazones.


Seguía viva la princesa en sus corazones, moraba aquella quietud en sus espíritus. El palacio jamás volvió a ser igual como antes. Dios abrió los cielos y vino la calidez a sus cuerpos, mentes, corazones y almas.


Las flores que colgaban del balcón brotaban como nunca antes.


-Escrito por: Ramiro Zamora Gasca Jr.


lunes, 11 de octubre de 2010

Rompiendo Cadenas- 2ª Reunión Juvenil

Nuevamente vengo a crear otra entrada. Y ésta vez estoy bien feliz porque tuvimos un fin de semana bien chido. El 9 de octubre del 2010 realizamos nuestra segunda reunión juvenil aquí en León, Guanajuato. Vinieron 140 jóvenes de diferente lugares. De Chetumal, La Ciudad de México, Toluca, Guadalajara, Guanajuato y muchos más. El tema de la reunión era «Rompiendo Cadenas» como podéis ver.
Había 6 clases y mi compañero Jedda y yo dirigimos una clase que se trataba de «Rompiendo Cadenas: Cambio De Valores». Acerca del mundo y sus "valores" y como Cristo cambiaba el precepto que aquéllos "valores". Y los valores verdaderos que Cristo nos enseñó. Leímos de Colosenses 3:1-11 y San Mateo 5:21-48. De romper los malos valores y renovar nuestros valores.
Fue una reunión espectacular porque todos aprendimos y nos fuimos con algo en nuestros corazones. Vino el hermano Israel para dar dos sermones acerca de cómo Cristo ha roto las cadenas del pecado para que pudiésemos ser libertados.
Gracias a Dios todo salió bien, con la ayuda del comité de jóvenes y de los jóvenes de Iglesia de Cristo León Sur.
Después de la reunión fuimos al centro con los hermanos que habían visitado. Anduvimos visitando la ciudad y cenamos en Bisquets.
Luego fuimos al Expiatorio del Sagrado Corazón De Nuestro Señor Jesucristo. Nos sentamos en la plaza a cantar y leer unos versículos de la Biblia.
Todo fue un éxito...
¡Dios os bendiga amigos!

martes, 5 de octubre de 2010

"Intercambio De Lugares"


Érase una vez en una aldea escondida entre las montañas. He ahí un joven que su corazón estaba en mala condición. Le encantaba pescar en el río que rodeaba la aldea. Una tarde aquél joven decidió hacer una red para poder capturar más peces para su familia.


Cuando lanzó la red en el río le jaló para sacarla y vio que había capturado muchísimos peces. Saliendo del río de repente oyó una voz de la red: «¡Auxilio! ¡Auxilio!» Reposó la red en la barca y sacó a los peces. Buscando entre los peces vio a un pescado que era diferente de los demás. Brillaba con colores múltiples como los colores de un arco iris.


Extendiendo la mano para palpar a aquél pez hermoso. Aleteando habló el pez: «¿Quién eres tú y qué haces en mis corrientes?» Dijo el joven: «Vengo a pescar para rendirle comida para mi familia.» El pez asustado le rogó al joven que no se lo llevara. Mas aquél joven no se compadecía de él, insistía en que le iba a llevar. Aquél pez deseaba vivir en paz como los demás peces.

«Dame una buena razón por qué no te debería llevar.» preguntó el joven. «Porque si tú me llevas no podré cumplir tu deseo.»«¿A qué te refieres?» preguntó el joven. El pez le dijo que escudriñaba los deseos de uno mismo con tan sólo ver los ojos. El pez le dijo que él veía que el joven deseaba ser sanado de su mala condición.


Maravillado estaba el joven y le dijo que era cierto. Entonces el joven hizo un pacto con el pez. Le dijo que no se lo llevaría si le cumpliese su deseo. Y le bajó al río y huyó el pez al momento que tocó agua. Y lloró el joven amargadamente porque el pez no había cumplido su parte. Pasaron los días y el joven intentó buscar a aquél pez mas no le halló y se iba triste y agotado por el esfuerzo. Pero lo que no sabía el joven era que aquél pez le observaba cada vez que venía.


Cada mañana el joven hacía el almuerzo para su familia, barría la casa, ayudaba en el aseo del hogar. Mas su padre le decía que no, porque podría afectarle. Pero el joven no hacía caso. Esto de vez en cuando pasaba, solía suceder por las noches. Y todo esto, aquél pez observaba por la ventana. Y una pregunta que se hacía el pez, era: «¿Y la madre? ¿Dónde podría estar ella?» Nada más veía que el joven subía por los escalones frecuentemente.


Una noche llegó el joven al río con llantos como si el mundo se le hubiese caído por encima de él y cayó a sus rodillas llorando. Comenzó a lloviznar suavemente sobre el joven. Volvió a aparecerse el pez y le preguntó por qué lloraba. Le respondió que su madre también estaba bien enferma del corazón, no sabía cuanto le quedaba de vida. Confundido el pez, le preguntó que por qué no había visto eso en el corazón del joven. Concluyó el pez que tal vez era egocéntrico el joven por no haber querido a su madre sanada. Y el joven dijo nada, sólo lloraba más.


Por fin respondió el joven que no era cierto. «¿Entonces por qué no pensabas en tu madre?» le preguntó. «Sí pensé en ella, pensaba en su deseo, en que yo me alivie. Para no pasar por lo mismo que ella.» respondió. «Nada la haría más feliz que verme sanado.»

El corazón del pez fue conmovido y se disculpó del joven. Vio en el corazón del joven y le borró la enfermedad. El joven lloró de alegría y le agradeció al pez. Regresó el joven a su madre para decirle que estaba curado. Luego el joven le dio un beso en la frente y dijo la madre: «Sé que estás curado, el calor de tu cuerpo lo dice.» y suspiró el último aliento y falleció.


En la mañana volvió el joven al río para visitar el pez, le llamaba pero no se aparecía por ningún lado y notó que la corriente del río ya no era como antes. Hacía esto cada día pero ni aun así aparecía el pez y jamás lo volvió a ver.


Lo que no sabía el joven es que el pez había tomado el lugar de él.


Escrito por: Ramiro Zamora Gasca Jr.