¡Bienvenidos A Todos!

Quiero daros la bienvenida a mi blog y también agradeceros por visitar, en verdad lo digo. Por favor tomad vuestro tiempo para leerlo. Me gustaría si tomarais tiempo para dejar un comentario, cumplido, etc. Disfrutad el blog, mi deseo para todos es que conozcan de Dios y se acerquen más a Él. Si deseáis contactarme, hacedlo con todo gusto...
Dios os bendiga amigos. :D

lunes, 27 de septiembre de 2010

"El Sapito Soñador y La Luna Compañera"

CAPÍTULO 1: El Sapito Soñador

Cerca de un estanque donde se unía con un río vivía un sapito soñador. Aquél sapito admiraba los talentos de los demás que él no poseía. Sapito era bien amable con todos, mas no todos le trataban igual. Se burlaban de él porque deseaba gozar de aquellos dones.


CAPÍTULO 2: El Nuevo Sueño

Un día Sapito vio unas águilas volar. Vio que las águila se reposaron en un árbol cerca por el río donde él vivía. Cada día Sapito observaba cómo volaban las águilas majestosas por el cielo. Mientras los demás sapos se burlaban: «Ahora vas a querer ser como el águila ¿no? Pues mejor ahórrate el esfuerzo porque no lo serás.» Y él les respondía con un ánimo: «Ya veréis que sí lo iré a lograr, nada más esperad.»


CAPÍTULO 3: El Intento Para Volar

Pasaban los días y cada vez pensaba en cómo volar. Recolectó hojas y ramitas del suelo y las amarró en sus patas y cuando él se subió a una piedra vio hacia el cielo y gritó: «¡Ahí voy compañeros!» suspiró y se lanzó de la piedra y agitó las alas que según él tenía puestas. Pero cuando saltó ni duró segundos en el aire. Cayó en el agua y sus compañeros soltaron unas carcajadas. Sapito se llevó todo el día intentando volar, mas no lograba y cada vez caía en el agua como las veces anteriores.


CAPÍTULO 4: El Momento Repentino

Llegó la noche y aún no podía volar Sapito. Pasó el tiempo y le dejaron solo. Se dio por vencido el sapito. Acercándose al agua, vio su reflejo y derramó sus lágrimas justo al agua. Tanto que deseaba volar Sapito no pudo. Mientras lloraba oyó una voz dulce que le preguntó: «¿Por qué lloras Sapito?» Volteó a ver quién era que le hablaba, mas no encontró. Otra vez oyó: «Sapito ¿por qué lloras?» Y él respondió: «¿Quién me habla?» y le dijo aquélla voz tierna: «Vé al agua y me verás,» hizo aquello y se dio cuenta que era la luna hermosa quién le hablaba. Vio al cielo y vio que estaba allí, luego regresó la vista al reflejo y le dijo: «¡Guau! pareces como si tú estuvieras justo a mi lado» Ella le dijo: «Sí lo estoy Sapito. Ahora dime ¿por qué llorabas?» Y le contó a la luna por qué había estado llorando, por no haber logrado a ser como el águila. La luna comprendió al sapito y le animó a que no se venciera. Le dijo con una sonrisa: «Pronto llegará el día en que sí volarás ¡ya verás! Tú sigue soñando.»


CAPÍTULO 5: La Noche Temblorosa

Llegó otra noche amenazando con una gran tempestad y el sapito dormía profundamente dentro de un hueco de una piedra, ni se daba cuenta de lo sucedido. Las nubes grises cubrieron el cielo, comenzó a llover fuertemente con vientos tremendos y el río se desbordó y rugía con peligro. De repente vino un rayo del cielo y le dio al árbol en donde habitaban las águilas. Haciendo que unos de los huevos se cayera del nido al río. Se lanzó rápidamente entonces el águila detrás de él y clamaba por ayuda. Así fue cómo Sapito despertó y sorprendido estaba cuando vio la tormenta. Nuevamente oyó el clamor del águila y con rapidez se clavó al río y nadó hacia el huevo. Con las olas empujándole de lado a lado, el sapito no se rendía. No se dejaba por vencido, hacía la lucha. Finalmente alcanzó el huevo y subió al superficie. El águila vino y les rescató del agua con cuidado. Encontraron refugio dentro las rocas del valle. Vino el día despejado y calmado. Le pregunto el águila al sapito en cómo le podría agradecer. Sin embargo Sapito le dijo que descuidara, luego le dijo el águila que él había oído que al sapito le gustaría volar por el cielo. «¿Sabes qué? Te llevaremos a volar por el aire todo los días que tu vida. ¿Qué te parece?» ¡No podía responder por la felicidad que tenía en su corazón!


CAPÍTULO 6: El Beso De Agradecimiento

Llegó la noche y fue el sapito a hablar con la luna. Le contó todo lo que había pasado ésa noche. También le dijo que el águila le había llevado a volar por el inmenso azul. Le contó cómo sentía el viento pasar por su cara y cómo extendía las patas en el aire. Se puso bien alegre, porque ella sabía lo mucho que él anhelaba volar. El sapito luego le agradeció a la luna por haber creído en él. Sapito después le preguntó: «Luna ¿me dejas darte un beso?» La luna le dijo que sí, pero le preguntó en cómo le iba a hacer.

Se acercó el sapito al agua, a un lado del reflejo de la luna. Luego se volteó a la derecha y dio un beso en el aire. Sólo que cuando se había fijado la luna del cielo al agua, aparentaba que el sapito le había dado un beso en la mejilla.


El sapito le dijo: «En verdad estás justo a mi lado.» Y la luna le respondió: «Así es mi sapito soñador, tu sueño se ha realizado.»


Escrito por: Ramiro Zamora Gasca Jr.

domingo, 19 de septiembre de 2010

"La Pérdida y El Encuentro"

CAPÍTULO 1: No Hay Heredero


Había una vez un reino humilde donde todos se cuidaban entre sí y no había pobreza. He allí vivían unos reyes que no podían tener un heredero. Y ellos se entristecían cuando veían las otras familias con sus hijos. El rey le dijo a su amada: «Querida esposa, no os entristezcáis vuestro semblante. Seguramente Dios tiene un propósito.»


CAPÍTULO 2: La Vida De Los Huérfanos


Dentro del reino se encontraba un orfanato donde abundaba el amor y donde todos los niños se enseñaban la fraternidad. En aquél orfanato había dos niños quienes eran mejores amigos. Ambos se reían juntos cuando hacían travesuras. Lloraban cuando estaban tristes. Se cuidaban cuando se enfrentaban con el peligro. El uno tomaba la culpa del otro cuando era regañado. Todo los niños compartían sus posesiones con los unos y los otros. He allí, vivían en armonía y tranquilidad.


CAPÍTULO 3: Adoptado y Desamparado


Un día el rey y la reina fueron a visitar el orfanato para adoptar a un niño para ellos mismos. Al fin, ellos no podían decidir cuál niño adoptar de los dos que eran amigos. Finalmente tomaron al menor. Lloraron los niños en su despedida. Ambos se prometieron que no se iban a olvidar del otro. Los pequeños fueron llevados a caminos distintos.


CAPÍTULO 4: Cegado Por Las Riquezas


Los años transcurrieron y los dos niños se hicieron hombres y no se volvieron a ver. El niño que fue adoptado se hizo el nuevo rey porque había fallecido el rey anterior, mas él fue cegado por las riquezas de su herencia. Se convirtió de una persona humilde a una persona envidiosa y egoísta. Y el otro hombre quedó pobre en la calle pidiendo limosna a quienes pasaban. En aquél reino cuya humildad que antes existía...fue desvanecida.


CAPÍTULO 5: Un Corazón Torcido


Unos días antes que llegara el cumpleaños del rey egoísta. El rey le anunció al reino: «¡Escuchad pueblo mío! Cada quien de vosotros vendrá a traerme un regalo.» Entonces todo el pueblo hizo una fila para llevarle sus regalos. Mas ningún regalo le agradaba al rey, a todos los despreciaba. «¡No! No me gusta éste. ¡¿Qué tipo de regalos me traéis?!» reclamaba el rey. En aquél tierno corazón donde antes fluía el amor y la mansedumbre era torcido y entenebrecido por el amor al dinero. Nadie complació al rey con los regalos y todos los ciudadanos se fueron alicaídos por el carácter del rey.


CAPÍTULO 6: El Encuentro y La Restauración


Casi llegaba al final de la fila. Y aquél niño que había quedado pobre hizo un osito para el rey, hecho de heno amarrado, cubierto en barro seco que era lo poco que él tenía.

Formado en la fila, llevaba puesto una capa con capucha para que pudiese ocultar su pobreza al rey. «A ver ¿tú qué me trajiste?» Con su cabeza inclinada le entregó el regalo. «¿Qué es ésta cosa?» dijo asqueado el rey. Respondió el pobre: «Es un osito para Vuestra Merced.» Enfadado dijo: «¡Ya me harté de tales regalos!» con lanzando el osito al piso, rompiéndose en mil pedazos tal como se le despedazó el corazón al quién lo moldeó. Le exigió al mendigo: «¡Muéstrame tu rostro!» Levantando la cabeza se vieron cara a cara, mas el rey no reconoció que era aquél su viejo amigo. Sin embargo el mendigo sí lo reconoció. «Amigo mío,» dijo el pobre en voz baja con lágrimas escurriendo.

Luego el rey se fijó en aquél rostro y vio quién era. El rey recordó su niñez en el orfanato. Recorriendo las memorias...lloró también por haber reconocido lo que él había hecho con aquélla artesanía y con el reino a través de los años. Se puso de rodillas, recolectando aquellos pedazos esparcidos; mas el pobre poniendo su mano en el hombro de su viejo amigo le dijo: «Descuidad. No hay por qué recogerlos.» Se levantó después y abrazó a su viejo amigo con un gran arrepentimiento en su corazón. «¡Lo siento! ¡Lo siento!» era lo único que podía decir.

El rey cambió sus acciones y volvió a nacer la humildad en aquél reino y porque él había distribuido sus riquezas a los pobres y necesitados...


...el reino fue restaurado tal como antes.


-Escrito por Ramiro Zamora Gasca Jr.